“Los peligros de la obediencia” fue el título que Stanley Milgram dio al resumen de un experimento que realizara por la década del ’60. Es uno de esos experimentos que te deja con la piel de pollo y escalofríos corriendo por tu espalda por horas. Los invito a verlo antes de seguir con el tema que quiero abordar.
Este “peligro de la obediencia” si nos ponemos a pensar se da mucho en el sistema escolar tanto como en el educar en casa de muchas familias. En el primer caso porque hay infinidad de docentes que saben que el sistema está colapsado, que no trabajan en condiciones beneficiosas para el aprendizaje, que viven acatando reglas y procedimientos burocráticos que saben que son inútiles, que enseñan contenidos que saben que son inútiles, que toman determinaciones con respecto a los alumnos “problemáticos” que saben que son inadecuados y sin embargo… ¿por qué no dicen basta?, ¿por qué solo se manifiestan cuando el problema es salarial? Y ojo, no discuto que eso esté mal, el salario es una parte importante para el vivir digno de cualquier persona pero nunca he escuchado realmente que esas “condiciones dignas” por las que dicen estar luchando junto al salario mínimo sea una lista de cosas puntuales como por ejemplo la imposibilidad de trabajar con 45 personas en un ambiente de 5 x 5 como optimista medidora. Para muchos es imposible no decir basta en algún momento, pero la mayoría llega, lamentablemente, al final del tablero.
Los peligros de la obediencia educando en casa
Pero como padres también muchas veces caemos en esta práctica, no solo al ejercer la paternidad sino al sucumbir a los “guardapolvos” blancos de la sociedad. Cuando decimos “es por tu bien”, “el día de mañana me lo vas a agradecer”, etc; ¿no estamos desoyendo las necesidades de nuestros hijos?
Por supuesto que si hay que llevar al niño al médico cuando está enfermo lo hacemos aunque no quiera y es por su propio bien, lo mismo cuando quiere llevar una dieta solo de chocolates y dulces, pero ¿qué pasa en otras circunstancias en que simplemente estamos alimentando mitos impuestos o nos preocupa o inquieta tener que dar demasiadas explicaciones al resto?
¿Se pusieron a pensar que este experimento es una clara muestra, además, de cómo está armado el aparato del sistema escolar? El bullying, por ejemplo, no es solo una manifestación de la violencia personal, social o familiar de una criatura, es algo mucho más profundo que viene alimentado desde dentro. Si el sistema escolar pudiera realmente ser garantía de una saludable socialización como muchos defienden, el bullying no existiría. El sistema escolar está demasiado lleno de “autoridades” que extralimitan todo el tiempo los lìmites de sus funciones.
En el caso de la educación en el hogar, varias familias han tenido que pasar por entrevistas innecesarias ante directivos y “autoridades” (vease las comillas por favor) para justificar lo que no tienen porqué justificar siendo un derecho. ¿Por qué sucede?, pues simplemente por el síndrome del guardapolvo blanco, de la supuesta chapa que hacen que de pronto todos sean autoridades referentes a los que tengo que mirar desde abajo.
Si realmente nos hubieran formado cívicamente como corresponde eso no pasaría, pues sabríamos perfectamente que un directivo escolar solo tiene incidencia entre las cuatro paredes de una institución y mientras un niño pertenezca a dicha institución pero jamás en la intimidad de mi familia!.
Insisto en que nos han quitado la capacidad de creer en nosotros mismos como padres, en tomar las elecciones correctas, y tenemos todo el derecho de elegir que hay cosas con las que no podemos pactar como necesarias ni mucho menos expuestas como un “mal necesario” para el crecimiento de nuestros hijos.
Todavía no me tocó la familia propia, pero, desde lo que me tocó vivir, me parece lo mismo que la escuela es un derecho y la discriminación es una falta de impulso al trabajo entre pares, pero que viene de la casa misma (está bastante gastado esto, pero en la práctica se da: “no te juntés con negros ni con testigos”, “no te juntés con ése porque es gordo ni con el otro porque es flaco”, etc). Nuestros padres nos llevaron al hermetismo por miedo a que no sepamos darnos cuenta de quién sirve y quién no y, por lo tanto, suframos daño, y esto nos llevó a estar aislado.
Ahora bien, hay veces en que no hay una represión real de parte de los de arriba, y aún así los docentes se lavan las manos. Me tocó vivirlo y sufrirlo en carne propia, y lo mismo con el hecho de estar ausente en la escuela. Lamentablemente, estuve enfermo y sólo asistí a la mitad de la escolaridad; fueron los primeros seis años y los últimos dos entre todo.
En fin, la cosa está en analizar lo que vivió uno y tratar de que nuestra descendencia no lo viva, pero a la vez ser flexible para evitar cometer errores por la rigidez misma, y contagiarlos a ellos de esa flexibilidad. Según mi humilde manera de vivir y llevar a cabo las cosas, ser pragmático es la mentalidad ideal para encarar el futuro, siempre y cuando nadie se deje tomar el pelo por nadie ni ser pisoteado.
Hola Angel, creo que la clave está en no generalizar claramente. No todos los padres enseñan o instan a discriminar pero sí puedo asegurar que en 20 años de docencia he visto cómo el sistema formal de educación sí ayuda y mucho a las situaciones de este tipo. Son prácticas que se van tomando como “naturales” y donde por la famosa presión de grupo muchas veces los docentes no están capacitados para solucionar.
Concuerdo que hay padres que excluyen más que incluyen pero no olvidemos que la escuela, como muchos otros sistemas de la sociedad, están basados en premisas más represivas o controladoras que otra cosa.