No es nuevo hablar de que la escuela está pasando por una crisis y a viva voz muchos clamamos por un cambio radical de paradigma educativo. Sin embargo, como aquel misterio de si primero es el huevo o la gallina, vivimos en una sociedad a la que le falta coherencia y honestidad, dos ingredientes esenciales quizá para lograr una vida de satisfacción en la que podamos sentirnos realizados, algo que justamente desde la escuela no nos enseñan a buscar o valorar.
Pero ¿cómo podemos generar realmente un cambio radical en nuestro paradigma educativo si pareciera que esta sociedad sigue enfrascada en dar por sentado que la felicidad sería llegar a ser alguien en la vida, olvidando absolutamente que ya somos alguien en la vida desde el primer momento en que somos concebidos? ¡Cuántos se ven influenciados por la inmensa cantidad de mitos que ronda la escolarización!
Alguna vez se preguntaron , pero a consciencia… ¿Qué es ser alguien en la vida? ¿Qué significa para mi familia?
¿Qué significa para mis hijos? Es que si no hacemos una pregunta tan básica como esa… No estamos capacitados para ver lo obvio. El cambio de paradigma sólo es posible cuando se cuestionan radicalmente los fundamentos y prejuicios del anterior. Sin esto…lamentablemente es claro que todavía no se ha despertado.
Aun cuando hemos decidido salirnos del sistema para educar en casa debemos pasar por un período de desintoxicación para poder realmente educar diferente sin la influencia de esa base de datos que nos han inyectado por 12 años (algunos más) en cuanto a lo que nuestro futuro debería llegar a ser. Algunos lo han logrado más rápido que otros, pero a todos nos ha tocado angustiarnos por los interrogantes acuciantes sobre el futuro de nuestros hijos: que cómo rendirán, cómo obtendrán su título, cómo entrarán a la universidad, cómo obtendrán trabajo, si sacarán buenas notas, etc.
Estamos viviendo en una época diferente a la que vivíamos cuando nosotros hemos ido a la escuela. Estamos ante un mundo con necesidades diferentes, ante generaciones diferentes a las que tratamos de adaptar y amoldar a la fuerza a un sistema que nos enferma. Y hacemos esto porque nos han condicionado para hacerlo. Lo seguimos haciendo porque también nos condiciona el medio ambiente en el que estamos inmersos sin consciencia. Nuestro condicionamiento de visión de la realidad en este sentido, es el exitista: debo conseguir un buen empleo, un buen empleo se consigue con una profesión, un título, esto significa ganar buen dinero, lo cual significa tener éxito en la vida y por ello, entonces, seré alguien en la vida.
¿Pero a costa de qué?. Por lo general, a costa de estar insatisfechos con lo que hacemos, tenemos o logramos. Nos sumimos en una rutina de insatisfacción pero así y todo seguimos sosteniendo como herencia para nuestros hijos que esto es lo que debe hacerse “por su propio bien”. Suponemos que conseguir una educación académica de “calidad”, un título y un buen puesto de trabajo será la solución a todos los problemas. Y sin embargo muchas veces se me dio por preguntarme cómo sería este mundo si todos pudieran trabajar de lo que realmente les gusta hacer.
En un mundo en el que ya nada está garantizado (y mucho menos los trabajos clásicos) nos vamos olvidando de que alguna vez quisimos en realidad ser bomberos, astronautas, cantantes o vivir de la pesca. Y por ende nos olvidamos de cómo ayudar a nuestros hijos a perseguir sus sueños porque básicamente repetimos los patrones, frases, mitos, en fin, el paradigma completo que nos han heredado a nosotros mismos.
[GARD align=”center”]