No hace mucho planteaba que estaba lejos de querer que desterraran las escuelas y que todo el mundo educara en el hogar. Sin embargo no puedo dejar de pensar cuán inútil y hasta cruel se volvió el sistema educativo en un mundo que cambia tan rápido. Es cierto que muchos ya nos hemos cuestionado el por qué la escuela no cambia y podríamos encontrar miles de explicaciones, algunas bien interesantes aunque muchos digan que le falta rigor científico (como si el sentido común no fuera más que suficiente a veces, ya tenemos que andar certificando todo científicamente)
Sin embargo no vengo a hablar de la escuela, vengo a hablar de eso que nos dejó a varios y que son justamente los enemigos del aprendizaje que afectan toda nuestra vida y, obviamente, nuestro educar en el hogar. Es decir esa actitud de boicotear de continuo las herramientas naturales que traemos para aprender y que ciertamente no se relaciona exclusivamente con lo académico.
Y es en esto donde actualmente me encuentro parada, en poder ayudar y ayudarme día con día a combatir ciertos enemigos que no nos dejan aprender y que debemos detectarlos para poder tener un mundo mejor.
Y si leíste tener un mundo mejor y ya te estás planteando que voy a hablar de algo utópico… no sigas leyendo. Primero pensá bien si no será esa actitud tu primer gran enemigo, y después si te dan ganas seguí leyendo.
Los enemigos del aprendizaje casi siempre acechan sin que te des cuenta
Actualmente la sociedad mide el valor de una persona por lo que tiene o por cuánto sabe. Estamos afectados por el síndrome de la titulitis, las pruebas contundentemente científicas, la posesión de la verdad y las entidades de referencia. Cada vez se pierde más la capacidad de decir “no sé” o de aceptar que lo que dice el otro pueda sonar extraño o ridículo pero si tan solo nos animáramos a mirarlo despojados de nuestros mapas mentales y desde su lugar, podríamos aprender cosas diferentes o al menos a mirar las cosas de manera diferente. Hemos perdido ya totalmente la capacidad de la empatía.
Si nos ponemos a pensar son muchísimos los enemigos del aprendizaje pero voy a centrarme en solo algunos, esos que son tan cotidianos que se nos pasan desapercibidos y que no somos capaces muchas veces de reconocer en nosotros mismos.
No tener tiempo
Cuántas veces habrás dejado de aprender algo por considerar que no tenías tiempo. Tiempo para googlear, tiempo para sentarte con alguien a charlar y preguntarle algo que no sabés, tiempo para trabajar con tus hijos en un proyecto, tiempo para tomar ese curso que siempre quisiste o hacer eso que te apasiona y en lo que podrías mejorar.
No tener tiempo es una excusa. La excusa para no ponerte a definir prioridades y diferenciar lo urgente de lo importante. Todos tenemos cosas urgentes que nos parece que no podemos dejar de lado, pero las importantes son eso… las más importantes.
Adicción a las respuestas
El no saber decir “no sé” como decía más arriba. No importa qué nos pregunten, de qué se esté hablando en la sobre mesa, o cuánta autoridad o no podamos tener en un tema. Nos encanta opinar y llevar la verdad e imponer nuestra mirada. Si me pongo quisquillosa podría decir que nunca he sido testigo de un verdadero debate donde se intente poner sobre el tapete los pros y contras de algo e intentar llegar a un acuerdo. No sabemos escuchar y cuando lo hacemos atentamente es simplemente para poder encontrar fundamentos para confirmar aquello que ya teníamos anteriormente juzgado. Lo que se llama sesgo de confirmación, algo que últimamente se da mucho en Argentina.
Dicho lo cual, es infaltable el…
Vivir juzgando
Juzgamos que no tenemos necesidad de aprender algo, que el otro no tiene autoridad para hablar, que el otro es demasiado libre, demasiado cuadrado, demasiado abierto, demasiado cerrado, demasiado religioso, demasiado escéptico. Juzgamos que lo que tenemos es horrendo pero lo nuevo es demasiado diferente para aplicarse. Esto es particularmente visible en la educación formal. Padres que se quejan en la puerta del colegio y docentes en la hora libre pero cuando se plantean cambios reales es demasiado “experimental”, demasiado inaplicable, no está “científicamente demostrado”.
Nuestra caja
Todos vivimos en una caja metafórica constituida por nuestra propia historia, las creencias que tenemos, las cosas que conocemos, las cosas que sabemos que nos falta saber, nuestras experiencias, en fin, nuestro mundo tanto interno como externo.
Rompe tu caja para expandir tus posibilidades de aprendizaje.
Como muestra la imagen que decora este artículo, la educación formal, nuestra forma de aprender impuesta es la descriptiva. Si no lo veo no existe; si no está “científicamente” comprobado, no sirve; si no viene de parte de una autoridad o institución reconocida y certificada, no es válido.
Yo quiero que mis hijos aprendan que por lo menos es su derecho dudar. Quiero que puedan investigar por sí mismos nutriéndose sin miedo de diversas fuentes y que sean abiertos a las posibilidades que tiene el poder escuchar al otro activamente. Que intenten al menos entender cómo es la otra caja para que el otro diga lo que diga. Quiero que se quiten las etiquetas de los ojos y boca que delimitan solo lo obvio.
No quiero que se queden con que eso es un ojo o una boca, quiero que les interese saber qué hace un ojo o una boca, hasta dónde pueden ser útiles, y mostrarles “la realidad”. Quiero que se pregunten qué es la realidad.
Quiero que rompan su caja y puedan expandir su mirada y así dejar de vivir con miedo implantado.
Última actualización el 23 de Junio de 2022 .
Me quedo con eso de “enseñar a dudar”. Yo me cuestiono todo, hasta a mí misma, jaja, y a mi hijo le enseño a no quedarse con lo que le diga nadie y crear sus propias opiniones. El otro día tuvo que estudiar sobre la época de Allende y Pinochet, y me hacía preguntas, yo le respondí tratando de ser imparcial (no tengo color político de todas formas, mi único color político es la justicia, digamos) y al final le dije “pero esto es lo que sé y pienso yo, tú irás leyendo y escuchando más cosas con el tiempo y te tienes formar tu propia opinión”. No sirvo para adoctrinar a los niños, salvo en valores generales, pero incluso esos me interesa que los entiendan que los cuestionen e interioricen, más que simplemente acatarlos (entonces, ya no serían “valores” propiamente tales).
Un saludo.
Exactamente Iranzu! Yo les digo lo mismo. Es muy natural que se nos suelte querer responder, como dice el artículo siempre tenemos respuestas listas jajajaja. Pero cuando detecto que estoy haciendo eso, enseguida les digo averigüemos más, ahora hacé tu propia investigación, etc. Para mí eso es elemental. De hecho mis papás, que eran bastante conservadores, hacían eso conmigo. En algunas cosas sí eran tajantes jajajaja pero por lo general, la mayoría de las veces me instaban a dudar, a seguir buscando. Además de que ellos eran personas muy autodidactas por sí mismas y el ejemplo es también importantísimo.
Gracias por tu comentario!!
Bello… “tirar los muros abajo… hacerlos mil pedazos… poner de moda a la libertad…”
Exacto!!!!