¿Qué expectativas pones en tus hijos?

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Todos tenemos expectativas en general a lo largo de la vida. Pero, me pregunto, ¿está bueno tener expectativas para con nuestros hijos? Ante esta disyuntiva realicé una encuesta vía facebook. Hice 3 preguntas puntuales y obtuve respuestas muy jugosas.

¿Qué entiendes por expectativa? 

-Algo que deseo que ellos hagan o no hagan.
-A la espera de efectivización de una idea propia
-Por expectativa entiendo lo que yo deseo a futuro
-La expectativa es lo que “espero” del otro hacia una situación o hacia mi, es la proyección en el afuera con exigencia….
-Asombro, esperar alguna cosa o algo de alguien pensando que te va a sorprender
-Lo que espero respecto de algo o de alguien.
-Esperar algo de otro o de alguna cosa. Tener un pre concepto de lo que voy a recibir, obtener o ver en otro o en alguna cosa. Tener cierta esperanza también.
-Esperar algo de alguien como yo lo veo.

¿Reconoces tener expectativas para con tus hijos? 

50% respondió que sí, y el otro 50%, no

Si respondiste sí, ¿cuáles? | si respondiste no, ¿por qué?

-Tengo la expectativa que den buenos frutos. Porque he sembrado en ellos con amor.
-“Tus hijos no son tus hijos; son hijos de la vida…” Yo apenas soy su guía
-Respondí no, porque ellos van a decidir su futuro, no me gustaría que tengan el peso de lo que yo deseo para ellos
-No tengo expectativas sobre ellos, ya que en la esencia individual que son, tienen la total capacidad de ser y hacer de manera justa lo que a ellos realmente les interese, sorprendiéndome gratamente de cada creación y crecimiento en ellos…abrazos!!!!
-Mi expectativa de mis hijos es esperar que lo que sean de grandes me va asombrar y maravillar, ya sea como seres humanos y en las profesiones u oficios que se desempeñen
-Principalmente que sea una persona segura y feliz, que sepa desenvolverse en la vida.
-Que sean ellos mismos. Que sigan su corazón. Que intenten cosas nuevas. Que sean empáticos y solidarios. Que tomen mi historia como una experiencia y no como un camino a seguir. Que se quieran. Que se rían siempre.
-Porque son seres independientes que toman mis propuestas y las elaboran a su manera.

Analizando la cuestión

He estado leyendo bastante del tema y en la mayoría de los casos coinciden en que tener expectativas razonables y buenas alienta la autoestima de los niños. Sin embargo me quedo con un cierto sabor extraño porque me parece que por muy buenas que puedan ser mis expectativas con referencia a mis hijos, de alguna manera estas los influyen.

Es imposible no esperar algo de los hijos. Yo, como respondieron algunos arriba, también quiero que sean felices, que puedan realizarse, que sean autónomos, que sean respetuosos, etc. Sin embargo la expectativa como tal va relacionada con los resultados cuando estos llegan.

¿Qué pasa cuando entonces los niños no cumplen con mis expectativas?

¿Somos capaces de aceptar cómo son nuestros hijos? ¿Dónde puede radicar el límite entre lo que yo espero y lo que ellos son? ¡Qué dilema!

Y digo dilema porque, como dije antes, las expectativas por más sanas que se planteen, siempre pone en nuestros hijos la voluntad- sobre todo inconsciente- de querer satisfacerlas.

Es que cuando digo “quiero que mis hijos sean felices, personas de bien, que encuentren su vocación, etc“; me estoy basando en lo que yo considero “feliz“, “de bien” y “vocación“. Y es ahí donde veo que puede radicar a veces el peligro entre lo sano y lo no tan sano.

Siempre sostuve que los hijos son de alguna manera nuestro reflejo. Aun cuando estemos empeñados en no querer influir sobre ellos, es innegable que lo hacemos. Lo hacemos con nuestras actitudes, con las decisiones que tomamos o no tomamos, con los comentarios que hacemos, con cómo nos tratamos a nosotros mismos.

Si tengo la expectativa que mis hijos sean felices pero a mí pocas cosas me dan felicidad y vivo mi vida en forma sombría, poco puedo esperar que ellos encuentren razones para ser felices.

Si quiero que sean personas independientes y resilientes pero yo siempre dependo de los demás, o del gobierno, o de la situación económica de turno para tomar mis decisiones o hacer o no hacer; poco puedo esperar que ellos sepan cómo resolver sus problemas.

Si quiero que encuentren su vocación pero yo no sé qué pomo hacer de mi vida, no tengo intereses en general o “paso el tiempo” haciendo cosas que encima no disfruto. ¿Cómo pueden ellos sentir ese llamado?

Educar en casa significa para mí, mirar todo el tiempo para adentro. Evaluarme primero yo como madre no siempre es fácil. Implica estar dispuesta a reconocer errores y patrones de conducta.

Es cierto que por más excelentes padres que seamos, no tenemos plenas garantías que nuestros hijos sean excelentes personas. Eso sería lo “normal”, lo “esperable”, pero también he conocido padres estupendos con hijos que mejor ni hablar y viceversa. Insisto en que hacer futurología es imposible.

En todo caso, sí me parece esencial reconocer que expectativas tendremos siempre y que se nos hace necesario estar atentos de cómo las manifestamos. Ser conscientes del ahora, del hoy y de cómo actuamos ante nuestros hijos. ¿Son reales nuestras expectativas? ¿Son sanas? ¿Son realmente expectativas o son más bien imposiciones?

Cuando empezamos en esto y estamos preocupados por cómo certificar, por ejemplo, ¿nos preocupa realmente que el deseo de mis hijos por una carrera superior no pueda realizarse o estamos poniendo en juego una expectativa que quiera obtener una profesión determinada? Lejos estoy de juzgar esa preocupación (después de todo la he tenido) o de aseverar que las familias sienten lo segundo; pero es importante tenerlo en claro.

En varios artículos he leído que tener expectativas “claras” y “coherentes” con nuestros hijos les acrecienta su autoestima. Yo creo que más bien aceptando cómo son y ayudándolos a crecer emocional, física y psíquicamente sanos es la mejor manera de hacerlo. Porque, insisto, por muy buenas intenciones que tengamos; una expectativa no deja de ser algo que esperamos que nuestros hijos alcancen. Y muchas veces eso podría no condecirse con lo que ellos realmente desean.

Paula Lago

Profe de letras, librera, amante de la fotografía, la música y el arte en general. Practicante de Jin Shin Jyutsu.
Ya 11 años educando en casa. Si quieres saber más , pasate por acá

6 Comments

  1. gracias por compartir..me sirvio..todos creo tenemos expectativas. me sirvio eso de que no sean MIs expectativas las que los condicionen..voy a tranquilizarme,,,jee..los voy a dejar hacer y tratar de brindarles las herramientas que ellos vayan pidiendo,directa o indirectamente..y ya..

  2. Muy buen artículo Pau!!! y como siempre nos dejas pensando. Pues el claro que resulta imposible no transmitirles de una manera indirecta nuestras expectativas, pero si podemos dejarlos ser tranquilos y ayudarlos a ser en libertad para que elijan su camino por ellos solos.
    Estoy totalmente de acuerdo con el tema de enseñarles con el ejemplo sobre el auto análisis de nuestros actos cotidianos.
    Saludos.
    Lorena

    • Gracias Lorena! es tal cual decís. El analizarnos y ver al menos si nuestras expectativas están ayudando u obstaculizando su formación integral en general.

  3. Que interesante lo planteado Paula! Me hiciste repensar muchas cosas, después de esto considero que mis expectativas deben caer sobre mi! Alcanzar los parámetros que tenía para S para ayudarle a lograr lo mejor de sí mismo de acuerdo con sus propias expectativas… Recordé Intensamente de Disney y la separación de Alegría porque la nena nunca este triste….y comprender luego que era necesario para su crecimiento. Abrazote!

    • Exactamente Eli, es así. Como dice Gabi más abajo, es imposible no tener expectativas como es imposible ser “objetivo” pero esto me surgió como reflexión después de leer sobre todo que ciertas expectativas “acrecientan la autoestima” y oh casualidad, todas nombraban como ejemplo el comportamiento general del niño y la realización académica. Y es ahí donde me hace un poco de ruido porque muchas veces, aun educando en casa, nuestras expectativas suelen estar muchas veces basadas en nuestros propios deseos; como el hecho que vayan o no a la universidad o realicen muchas actividades, etc.

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