Cómo ayudar a los niños a gestionar sus emociones

//
1

Te diste cuenta que tratamos a los niños cada vez más como adultos que como niños, pero sin embargo hacemos con ellos lo que jamás se nos ocurriría hacer con un adulto? o, lo que es peor, hacemos con ellos lo que odiaríamos que hicieran con nosotros?

Imagináte que trabajás en un negocio y un día viene una clienta cuando estás cerrando. Le explicás que ya apagaste las luces del local y que estás cerrando la reja. La mujer reacciona enojadísima y te insulta de arriba abajo, te increpa a que tenés muy mala voluntad para trabajar y cierra su verborrágica queja con una maldición de que no vendas nada nunca más.

Seguramente estarías enojadísima también vos, o te sentirías como mínimo faltal; encima no pudiste replicarle nada. Cuando llegás a tu casa, comentás lo que te pasó a tu pareja, padre o madre, y no le da importancia a lo que te ocurrió, está ocupado, no te escucha. Te sentís peor y justo te llama una amiga a la que le contás toda la historia, incluida la mala predisposición de tu familia o pareja a escucharte. Ella te escucha sin problemas pero te suelta una frase muy poco sensible: “bueno, negri, tampoco es para que te pongas así! La gente está re loca.

¿Cómo te sentirías? 😡 😡 😡

Cuando la gente te cuenta sus problemas, no le interesa en realidad tu consejo, tu opinión o tu interpretación psicológica del caso. Quiere que entiendas cómo se siente, quiere que la escuches atentamente y empatices con sus sentimientos.

Entonces, ¿ por qué invalidamos las emociones de los niños llamándolas “berrinche”, “capricho” o “exageración”?

[piopialo vcboxed=”1″]Validemos los sentimientos de los niños ayudando a identificar lo que están sintiendo[/piopialo]

Cuando tu hijo/a quiera contarte algo que le pasó en la escuela, en el club o con alguna amistad; primero y ante todo escuchálo con atención. No mientras lavás los platos o mirás el partido de fútbol. Dejá lo que estás haciendo, ¿cuánto te puede llevar escucharlo? ¿Media hora, una hora? no creo que más que eso.

No apeles a frases que evidencien desconfianza por lo que siente o que subestime sus sentimientos:

“seguro que no le hiciste algo vos primero para que reaccione así?”
“No será que malinterpretaste lo que te dijo?”
“No entiendo por qué te ponés así!”
“Bueno, creo que estás exagerando un poco”
“Mirá cómo te ponés!”
“Dejá de llorar, no es para tanto!”

Acepta sus sentimientos, frases como esas no hacen más que echar nafta al fuego. No le preguntes ¿Y cómo te sentiste? o ¿Cómo te sientes? Preguntar exige una respuesta que el niño puede no saber cómo responder o que puede tomarlo como una presión a explicar algo que no quiere explicar o no sabe cómo. Estás pidiendo explicaciones racionales o justificaciones a algo irracional. Recuerda que las emociones son reacciones, no puedes pensarlas con tiempo o prevenirlas antes de que sucedan. Son reactivas, impulsivas. Por ello decimos que no se pueden controlar o manejar pero sí gestionar cuando se  las identifica.

En cambio, intenta poner en palabras cómo se está sintiendo.

“Me imagino que te habrás sentido muy mal”
“Imagino la frustración que te dio eso”
“Supongo que te parecerá muy injusto todo eso, qué impotencia!”

Ayudalos a canalizar las emociones “negativas”

No me gusta hablar de emociones negativas porque más allá de cómo nos sintamos, mal digamos claramente, las emociones de las consideradas “negativas” también pueden gestionarse a nuestro favor. En este sentido, canalizarlas en forma positiva podemos lograr que una emoción como el miedo, la ira o la impotencia nos sirva de forma productiva o positiva. Recordá, no se trata de anular la emoción negativa, sino identificarla primero, gestionarla a nuestro favor después.

Muchas veces me he encontrado, seguramente también vos, con consejos del tipo físico para canalizar las emociones de este tipo, como agarrar una almohada y empezar a darle puñetazos, o estrujar una pelota. Si bien existen las pelotitas antiestréss estas no deberían de servir para canalizar una emoción como la bronca o la frustración porque no estamos más que enseñando a que la única canalización posible de este tipo de emociones es la violencia.

En cambio podríamos apelar a algo como este ejemplo:

Niño:- Hoy la maestra nos dejó sin los recreos y no pude comprar nada en el quiosco y encima nos dio el doble de tarea de castigo. Todo porque los demás estaban hablando y hablando y no hacían caso; pero yo me porté bien y es injusto que pague por los demás.

vos:- Entiendo, qué impotencia te debe haber dado![su_pullquote align=”right”]Intenta demostrarle cuánto lo entiendes. Que no se te escape el consejo! Utilizar el humor o la imaginación (como el ejemplo de la varita) facilita que el niño también canalice imaginariamente su emoción. [/su_pullquote]

Niño:- sí, mucha! porque encima primero nos dejó sin el primer recreo pero los demás no pararon y nos dejó sin el segundo recreo y siguieron molestando y entonces nos dió un montón de tarea! ¿Por qué tengo que hacerla si no hice nada! No la voy a hacer.

vos:- Recuerdo que una vez me pasó igual cuando iba a la escuela. Me pareció muy injusto y hasta recuerdo que llegué llorando de la bronca.

Niño: viste!! es horrible!, injusto! No voy a hacer nada de tarea, y la próxima me porto mal y listo, total es lo mismo! ¿Qué más da si siempre terminamos castigados todos por culpa de los demás!

Opción 1

Vos:- ¡ Cómo me encantaría tener una varita mágica para que eso no hubiera ocurrido! ¿Qué tal si salimos un rato a jugar al parque y nos distraemos?

Opción 2

-Me acuerdo que yo ese día agarré un lápiz y un papel y dibujé un montón de rayas y círculos. Después las colorié y me sentí mejor. ¿Querés probar y así me mostras qué tan mal te sentís?

Desde ya esto es prueba y error, lo principal es que les enseñemos a que una opción ante lo negativo es hacer algo que nos haga sentir bien, un deporte, una expresión artística, bailar, etc;  y cuando me sienta mejor pueda ver las cosas de manera diferente. El famoso “tiempo fuera” cuando nos sentimos mal, es decir, ese momento que me tomo para hacer algo totalmente diferente para no aferrarme a la emoción que me está dañando, suele ser una excelente herramienta para sentirme mejor.

Volvamos al ejemplo que te daba al principio, el de la clienta. Qué tal si tu amiga hubiera dicho algo como:

:- Qué bronca, me imagino cómo te habrás quedado, encima después de tantas horas de laburo.

:-Ni te imaginás, no sabía ni qué decirle porque encima no paraba de hablar y gritar! No me dio un minuto para poder responderle! Estaba como loca.

:- Ya te imagino, qué situación desagradable.

:- Sí, pero bueno, la próxima mejor agarro y abro el local. La verdad no me costaba tanto. Uno nunca sabe los locos con los que se puede cruzar, vaya a saber también por qué habrá reaccionado así, pobre!

Las emociones son contagiosas

Si  mostrás comprensión  y vas buscando la manera de desacelerar la bronca en vez de alimentarla, seguramente tu hijo solito irá mirando la situación de forma diferente. Lo más probable es que luego de ese “tiempo fuera”, en el que salieron al parque o se pusieron a dibujar y pintar, se predisponga mejor a hacer su tarea, por ejemplo.

¿Esto quiere decir que debo admitir cualquier tipo de reacción? ¿incluso los “pataleos” en público? Ciertamente no, pero una actitud inaceptable para vos no tiene por qué relacionarse inmediatamente con que tu hijo te está manipulando. Piensa que ellos tienen que aprender cómo hacerse notar u oír. Enojarte con él por este pataleo público, zarandearlo o ponerte a gritar junto a él, empeorará la cosa. ¿O será que alguna vez a alguien le resultó?

Cuando esto pase, respirá hondo, contá hasta 10. Bajá a nivel de su mirada y en forma suave pero enérgica decile que esa actitud no le va a servir de nada y que en realidad está empeorando las cosas. Decile sin gritar ni perder la compostura, pero tampoco la autoridad, que cuando se calme podrán hablar y llegar a un acuerdo porque con gritos desmedidos no lo puedes escuchar.

Hay que hacer un acto de honestidad y aceptar que por naturaleza los niños no hacen berrinches o pataletas por nada. Por lo general las hacen en consecuencia a un pedido que nosotros desestimamos por lo general de malas maneras. Sino, fijáte si no te habrá pasado algo similar a esto cuando pasaste a buscar a tu hijo por la casa de un amigo o familiar al que ellos adoran:

:- No me quiero ir, Ma! me quiero quedar un rato más.
:- NO! vamos que se hace tarde! dale, apurate!
:- NO! ME QUIERO QUEDAR!
:- Te dije que no! CARAMBA! siempre lo mismo con vos! NO VAS A VENIR MÁS!

Poco más o poco menos, he presenciado y he protagonizado (me hago cargo) este tipo de situaciones incontables veces. ¿No sería más fácil que antes de que tu hijo vaya a lo de su amigo o familiar le especifiques y quede claro que a tal hora lo pasás a buscar y cuando acepte le volvés a dejar en claro que aunque la esté pasando genial el compromiso de ambos es irse, que en todo caso podrán arreglar en ese momento cuándo podrán volver?

Por supuesto con niños más pequeños muchas veces esto no funciona siempre, pero como dije antes, es prueba y error. Lo elemental es no ponerte a la altura de tu hijo y terminar haciendo el mismo pataleo en consecuencia. Enseñale con paciencia que la palabra dada debe respetarse y que vos tenés tus motivos para pasarlo a buscar a tal o cual hora. Otra posibilidad si se puede es renegociar antes de que se produzca el pataleo:

Quedamos en que pasaba a esta hora, ¿te acordás? pero si la estás pasando realmente bien, puedo esperar unos 15 minutos más para que terminen lo que estaban haciendo. Pero cuando diga vamos, es vamos y no quiero protestas, no sería justo para mí ni para (nombrar al dueño de casa), ¿entendido?

Si podés realmente conceder esos 15 minutos y siempre preguntando al dueño de casa para que vea que su pedido involucra la voluntad de varias personas, no perdés nada. Al contrario, tu hijo se sentirá valorado y la próxima vez posiblemente no patalee.
Recordemos que cada niño es una persona diferente, no lo midas con sus hermanos, ni primos, ni otros niños. No apeles al “mirá Fernandido lo bien que se está portando”. Ponete en su lugar y tratá de llevarlo a un ejemplo de tu propia vida cotidiana donde te estuviesen comparando con otros!

Los niños son personas en formación, no nacen sabiendo y no nacen manipuladores, caprichosos o cualquier otra etiqueta con la que suelen tacharlos. Los niños aprenden, insisto siempre, del ejemplo. Y entonces, ¿te pusiste a pensar de qué manera vos reaccionás ante diferentes situaciones de tu vida donde quizás no estás gestionando de manera positiva tus emociones?
En relación a esto último estaré hablando prontito donde te contaré cómo logré que mi hijo pudiera mejorar su manera de lidiar con el sentimiento de frustración.
Ahora contame, ¿tus hijos te dieron o te dan mucha batalla con esto de los pataleos?

Paula Lago

Profe de letras, librera, amante de la fotografía, la música y el arte en general. Practicante de Jin Shin Jyutsu.
Ya 10 años educando en casa. Si quieres saber más , pasate por acá

1 Comment

Dejar respuesta

Your email address will not be published.

Este sitio usa cookies las cuales pueden guardar data personal para mejorar tu experiencia en el sitio.