El día que pasé matemática

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No hace mucho un vídeo en youtube se hacía viral y se transformaba en la “tierna” noticia del día. Aria Shahrokhshahi había pasado el examen de matemática con una C y decidió filmar la reacción de su padre al darle la noticia. Aria sabía lo emocional que era su padre pero nunca imaginó el estruendo que terminaría haciendo al recibir la nueva buena. Cuando vi el vídeo no pude dejar de sentir muchas cosas. Ante todo admito que el vídeo me humedeció los ojos pero no por la “emotiva” reacción del padre, sino por todo lo que esto significa y que lamentablemente solo podemos entender los que nos hemos corrido del sistema formal. Entendí de forma más acabada hasta dónde nos manipula el sistema nuestra vida cotidiana.

 


En un momento el padre le pregunta a Aria “¿esto es real?” lo que demuestra todo lo que habrán pasado para que finalmente el padre no pudiera creer el resultado. Y lo más penoso es dar con un noticiero en el que aparecen padre e hijo, tras la popularidad conseguida, donde Aria declara:

“Actualmente estoy estudiando cocina porque quiero viajar por el mundo y creo que es talentoso trabajar en restaurantes y demás. Ya que pasé matemática no me tengo que preocupar nunca más por ellas, es un gran alivio”

Si bien es cierto que de alguna manera las matemáticas se usa en gastronomía seamos honestos al admitir que lo más probable es que esas matemáticas que él pasó no tuvieran estrecha relación a las usadas en la cocina. Que el padre cuando dice al final “ya estás listo para la vida”, no se da cuenta que quizá Aria siempre lo estuvo y que esa habilidad para encarar el mundo no se relaciona para nada con poder tener una C en un examen o saber ecuaciones o no.
Es realmente desesperante que un Mr.X o varios Mr. X resuelvan qué cosas deberíamos saber para “ser alguien en la vida” y que esto gire en torno a la dinámica vital de una familia. Porque créanme, como docente he visto cuánto puede perturbar al núcleo familiar y sus relaciones el pasar o no pasar un examen. Imagínense entonces cuánto puede marcar la autonomía y autoestima de un niño o joven. De hecho no pondré ejemplos lejanos, con el mio basta y sobre. Las matemáticas fueron siempre una pesadilla tremenda, era como si hoy me impusieran aprender árabe en un mes.

Todo esto me lleva a pensar muchísimo sobre el sistema en sí, sobre cómo estipula qué vale y cuánto y ahí es donde radica su obsolescencia . El mundo ha cambiado y sigue cambiando tan rápidamente que es imposible no darse cuenta, incluso desde dentro mismo, que el sistema está totalmente estancado en el pasado y eso lo convierte en inútil. Es suficiente además ver cómo la escuela en vez de tomar la tecnología como una herramienta aliada la califica como el enemigo y la intenta desterrar completamente de la vida habitual del aula, cosa que también muchos padres sostienen. Con esto no quiero decir que la tecnología debería tener luz verde a como quiera usarla el niño o joven, sino que requiere tiempo, capacitación y ganas guiarlos en su uso junto a otras herramientas igualmente valiosas y que ahora cada vez están más ausentes de los programas o curriculums por considerarse que no son, insisto, “utiles” para la vida. El pensamiento creativo, los talleres, la formación humana.

Hemos dado tanta pero tanta importancia finalmente a lo lógico matemático, aun inclusive en la enseñanza de la lengua con su estructuralista análisis sintáctico que ahora nos espanta la sociedad que tenemos. Más días de clase, más tarea, más horas en el aula, más materias; todo esto aporta la misma solución que tiene una curita para sanar el cáncer.

 

Paula Lago

Profe de letras, librera, amante de la fotografía, la música y el arte en general. Practicante de Jin Shin Jyutsu.
Ya 11 años educando en casa. Si quieres saber más , pasate por acá

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